viernes, 13 de enero de 2012

Una copa....de garrafón.

Ayer finalizó una nueva jornada de Copa del Rey que nos deparó el cuadro final que tendrá lugar en cuartos de final. Un cuadro con eliminatorias atractivas como el derbi local de Valencia entre el conjunto che y el Levante, el nuevo capítulo del sueño copero del Mirandés o una nueva versión del clásico del fútbol español entre el Real Madrid y el Barcelona.

No obstante, y pese a ser una competición que nos brinda un torbellino sin igual de sensaciones, no acaba de satisfacerme por completo. Quizás sea por la continua comparación continua que se establece con el formato de competición de la copa en otros países (sobre todo en Inglaterra) o por el poco respeto que muestran muchos equipos de nuestro fútbol por la Copa del Rey con actitudes de pasotismo total y un incomprensible popurrí de cambios en cada encuentro. Una competición antaño especial y apasionante pero que ha ido perdiendo atractivo en los últimos años hasta convertirse en “una distracción para la liga” para muchos conjuntos.


Y es que en mi opinión, este formato de eliminatoria a doble partido hace que gran parte de los equipos utilicen la Copa del Rey para dar descanso a sus titulares sabiendo que posteriormente tendrán un encuentro de vuelta para arreglar un hipotético desaguisado. Un sistema de competición implantado por gran parte de los “tiburones” de nuestro fútbol que no hace más que devaluar el torneo y que, para más inri, no es aprovechado por muchos equipos que caen frente a rivales de mucha menor entidad en una eliminatoria a doble partido y con la vuelta en su estadio.

Esta copa me ha servido para gozar del fútbol con equipos como el Mirandés o el Albacete y mi admiración por ellos es encomiable. Pero, ¿Qué debemos pensar los aficionados al ver a estos equipos ganar sus eliminatorias en estadios como el Madrigal o el Calderón donde han sucumbido grandes escuadras europeas? Sin desmerecer en absoluto la gesta de los equipos modestos, este tipo de SORPRESAS (obviamente, con mayúsculas) son producto del poco interés que muestran muchos equipos por la Copa del Rey. El mismo poco interés que mostraron los jugadores de la Real Sociedad al permitir que les endosaran 4 goles en siete minutos. Si estuvieran jugándose las semifinales de la Champions League seguro que hubieran sabido cómo detener esa sangría, ¿no?.


Como aficionado al fútbol a mí también me gusta disfrutar de los mejores jugadores y equipos. Pero esa misma afición me hace ver que si la copa fuera a un solo partido, Levante y Español hubieran caído ante dos conjuntos de segunda división como Alcorcón y Córdoba, así como el Athletic de Bilbao hubiera debido jugar una prórroga merecida completamente por el Albacete.  Y repito, me gusta el fútbol y disfruto con los grandes partidos. Pero no así. No a costa de poner palos en la rueda del carro más débil para que el bólido más rápido consiga la victoria conduciendo al ralentí.

En mi opinión, el formato que debería adoptar nuestra copa debería asemejarse al modelo inglés: partido único y sorteo de campo. Una competición que se mostraría linda, limpia y donde todos los equipos deberían ponerse el mono de trabajo. Y el que no lo hiciera, quedaría eliminado. No quiero ganadores por decreto, sino por mérito. Solo así se recuperara el verdadero espíritu de la expresión “noche copera” que hace años perdimos. 


domingo, 8 de enero de 2012

El ego como antítesis de la profesionalidad

Cuando escuchamos hablar a cualquier persona de fútbol y se les pregunta sobre los éxitos conseguidos por él o por su equipo, sus palabras suelen ir encaminadas hacia el valor del colectivo por encima de todo y por la unión del vestuario como motor principal de un conjunto. Un vestuario que cumple estas dos premisas es lo que solemos llamar un vestuario “sano”. No obstante, y aunque todos los que en él se dan cita son profesionales, no podemos olvidar que en los vestuarios de los grandes equipos confluyen tremendos jugadores con técnicos de renombre. Personas que, en algunos casos, tienen el ego acorde con la calidad y el talento.

Este virus que empieza por dañar la credibilidad de cualquier profesional y puede acabar terminando con la estabilidad de un vestuario entero se está propagando esta temporada en el vestuario de tres de los grandes de la Premier League: Manchester United, Chelsea y Manchester City. Equipos que, en los últimos meses, aparecen más en los tabloides por los roces entre los componentes de su vestuario que por los méritos deportivos. Una inestabilidad que les está llevando, junto a otros factores, a estar realizando una temporada decepcionante.

Quizás el caso que en la actualidad esté tomando más relevancia sea el de André Villas Boas en el vestuario del Chelsea. Un vestuario lleno de jugadores veteranos que sienten como una falta de respeto el trabajo que el técnico portugués está realizando para “rejuvenecer” la plantilla. Aunque quizás el episodio que evidencia de una manera más clara la rotura existente entre el entrenador y un núcleo duro del vestuario sucedió cuando los más veteranos del lugar quisieron realizar una comida de despedida para el “desterrado” Anelka en la ciudad deportiva y este acto de compañerismo fue vetado por Villas Boas. Un gesto que no gustó a los Lampard, Drogba, Terry y compañía y que, lejos de hacerle ganar respeto al portugués, le hicieron perder el poco crédito que hasta el momento ha acumulado. No hay que olvidar que llegó con la vitola de sucesor de Mourinho y los resultados no están siendo los esperados. Su equipo se encuentra en una decepcionante cuarta posición a 11 puntos del liderato y el juego exhibido no pasa de ser ramplón y sin demasiadas alternativas en ataque.


Otro equipo salpicado constantemente por este tipo de debates es el Manchester City. Un vestuario confeccionado a golpe de talonario donde convive una plantilla formada por 22 jugadores que se sienten titulares o, en su defecto, mejores que el que está jugando en su lugar. Un vestuario de por si complicado que está siendo llevado por un técnico con ciertas ganas de complicarse la vida. Así, no solo está desaprovechando la calidad de un jugador como Tévez sino que está demostrando una escasa ética profesional para tomar decisiones. Me resulta un tanto inquietante que un jugador como Balotelli que aparece fumando y con actuaciones irrespetuosas cada semana se haya ganado la confianza de Mancini y que Sergio Agüero o Dzeko deban pasar un examen de actitud y compromiso cada semana. La realidad es que el City está realizando una buena campaña en la Premier League aunque esperada por el potencial de su plantilla, pero ha caído eliminado a las primeras de cambio en la Champions League. Una eliminación que se fraguó en la derrota ante el Nápoles en San Paolo donde, por cierto, Agüero tan solo disputó 8 minutos del partido por decisión técnica de su entrenador. Una decisión incomprensible desde el punto de vista técnico y que, de haberse justificado por cualquier tema de indisciplina, no era el momento de tomarla. Primero el equipo debía clasificar y para ello necesitaba al Kun, luego ya vendría el correctivo.


Por otro lado encontramos al técnico más laureado de la historia de la Premier League, Sir Alex Ferguson. Un entrenador destacado por su longevidad en el banquillo de Old Trafford y por la infinidad de títulos que ha conquistado al frente de los red devils, pero también por la enorme cantidad de problemas que ha tenido con grandes jugadores que han estado bajo sus órdenes. Todavía se recuerda el “zapatillazo” que propinó a Beckham o los continuos rifirrafes que mantuvo con Cristiano Ronaldo.

Esta temporada la mano de hierro del técnico escocés ha recaído sobre Wayne Rooney. Unos problemas derivados de la no renovación del ariete inglés con el Manchester United y por las desavenencias que ambos han hecho públicas a lo largo de la temporada. La realidad es que ambos se necesitan: el ManU sin Rooney escasea de talento y capacidad goleadora, y Rooney necesita disputar minutos para demostrar que es uno de los mejores delanteros del mundo. Y con el Manchester United eliminado de la Champions League tras la debacle de Basilea y siendo segundos en liga tras su vecino de ciudad, Ferguson no está en situación de desaprovechar el talento del ex del Everton.


Con todo, jamás podremos saber cuáles son los problemas reales que suceden en cada vestuario. Aunque la única realidad es que todos sus componentes son profesionales y como tal, le deben rendir cuentas a la empresa. Salvo excepciones dramáticas, pienso que el hecho de anteponer el ego personal al bienestar del equipo es un error que se repite en demasiados equipos de fútbol. En mi opinión, las cosas no pueden zanjarse sin pensar las consecuencias y cada profesional debe cumplir su papel durante los 10 meses de competición. A final de temporada, cada cual que aguante su vela. Mientras dure la temporada, el equipo está por encima de todos. Entrenadores y jugadores.