lunes, 14 de noviembre de 2011

La cara y la cruz

 El deporte de competición se define como “una comparación entre el rendimiento de deportistas individuales o grupos de deportistas”. No obstante, la competición deportiva siempre ha levantado pasiones y no tan solo engloba el propio acto de competir, sino que los aficionados se han convertido en parte fundamental del panorama deportivo haciéndolo crecer y dándole la importancia que el deporte tiene en la actualidad. El caso más claro quizás y el que más masa social congrega cada fin de semana es el fútbol. El deporte rey, o eso dicen.

Lo confieso, soy un amante del fútbol. Un apasionado del deporte en general y de éste en particular. Un entusiasta de todo aquello que signifique competir. Pero, aún con todo esto, me alegro de seguir desmarcado de aquellos que empezaron sintiendo apego por el fútbol y, tras perder el norte, se empeñan cada fin de semana en acabar con él. Porque en el fútbol, como en la vida, no todo vale para conseguir tu objetivo y la moral de las personas debe prevalecer ante sus pasiones más bajas.

Ayer se volvió a revivir un derbi gallego tras varios años en que las circunstancias de uno y otro equipo nos privaban de dicho espectáculo. Un partido de primera división, sin duda. Pero que una vez más y como sucede en muchas otras ciudades, tuvo que lamentar incidentes de carácter violento entre ambas aficiones. Y mi pregunta, tomando el relevo de José Mourinho, no es otra que: “¿Por qué?”. ¿Por qué se debe recibir a la afición contraria con piedras en la mano? ¿Por qué se deben lanzar bengalas al terreno de juego? ¿Por qué decides ir a una ciudad ajena con la única intención de acabar a golpes con la afición rival?. No lo entiendo y, sinceramente, el día que lo entienda no volveré a escribir una sola palabra en éste blog. Porque el día que consiga dar una respuesta a todas estas preguntas y justificar tan deleznables actos habrá dejado de gustarme el fútbol.



Somos los aficionados los que decidimos ir cada semana al estadio para ver un espectáculo y por ello pagamos una entrada. Un dinero con el que compramos el derecho a ver un partido y, aunque ello no vaya estipulado en el precio, también adquirimos quizás la potestad de opinar sobre los protagonistas de la velada. Pero debemos tener claro que nuestro derecho acaba donde empieza el de los demás. Y los futbolistas tienen derecho a ejercer su profesión sin que haya una persona o un grupo de individuos que les imposibilite hacerlo con garantías. Y me refiero hoy a aquellos que creen ser graciosos por llevar un láser al terreno de juego. Una peligrosa moda que se extiende por todos los terrenos de juego y que, de no erradicarse pronto, acabará sentando un terrible precedente para este deporte. Porque como anteriormente dije, no todo vale. Podemos meter presión al equipo rival, convertir el estadio en una “olla a presión” cada vez que toquen la pelota y ello formará parte del factor ambiental que cada estadio posea. Pero resulta asqueroso el momento en que se sobrepasa el límite y se pone en riesgo la integridad física de los allí presentes. Sea con láser, con bengalas, con mecheros, etc. Porque la frase “si yo cobrara lo mismo que ellos aguantaría lo que me hiciesen” no tiene sentido por más que se repita. Si ellos cobran cantidades millonarias es porque nosotros, todos los aficionados al fútbol, hemos hecho de este deporte un tremendo negocio para los que de él viven. No nos equivoquemos.



No obstante, pienso que gran parte de la culpa de la tensión y agresividad que se vive en ciertas partes de las gradas de los estadios proviene de las entrañas de los mismos. Porque demasiadas veces son los propios jugadores, entrenadores o dirigentes los que desprestigian este deporte. Desde el momento en que un entrenador o jugador elogia el “ánimo” recibido por los radicales de su equipo está haciendo mucho daño a todo el deporte. Cuando un jardinero recibe órdenes de destrozar un terreno de juego para que el rival, que presumiblemente es mejor que tu equipo, no pueda desplegar su fútbol, se está lanzando el erróneo mensaje a la gente de que todo vale para ganar. Un menaje erróneo que por supuesto no saben corregir los dirigentes de la FIFA, UEFA o demás organismos futbolísticos que prefieren centrar sus “esfuerzos” en evitar que un equipo pueda llevar dos publicidades en su camiseta (aunque una de ellas sea UNICEF) o que la selección inglesa no pueda presentar un detalle rojo en su camiseta en memoria de los veteranos de las guerras mundiales, antes que acabar realmente con la lacra que presenta este deporte. Llámese violencia, racismo, antideportividad, etc

Con todo, el fútbol tiene, como todo, una cara y una cruz que de nosotros depende cual queremos hacer prevalecer. Nadie nos obliga a ser seguidores de un equipo o sencillamente entusiastas de un deporte. Al fin y al cabo son otros los deportistas los que tienen que competir. Por todo ello, y porque el fútbol no deja de ser un juego, vamos a disfrutarlo juntos. ¿No?.  

4 comentarios:

  1. Es una pena que un partido tan vibrante como el derby gallego , quede ensuciado por las ganas de bronca de unos cuantos . El fútbol es una fiesta y muchos se están encargando de arruinarlo .

    Un saludo

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  2. La verdad es que sí es una pena. Lo único que me gustaría aclarar es que he citado el Deportivo-Celta por ser el que coge más cercano en el tiempo. Pero ocurre en cualquier derbi jugado a lo largo y ancho del planeta. No quiero sintetizar este tema solo en el derbi gallego.

    Un saludo a todos.

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  3. Muy buenas, gracias por entrar en mi blog y dejar un comentario. Claro que acepto un intercambio de enlaces, de hecho tu blog ya está en mi lista de enlaces bajo la sección "Blogs de fútbol".

    Un saludo.

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  4. Totalmente de acuerdo. Es una vergüenza lo de los láseres y compañía. Hay que ser tonto para ir a ver un partido y hacer eso. Pero tonto.

    Saludos desde La Escuadra de Mago

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